La idea de devolver a Spirou a los años de su origen y enfrentarlo a las tribulaciones de la 2ª Guerra Mundial, no la tuvo primero Émile Bravo. En 1982, el guionista Yann Le Pennetier (que firma habitualmente tan solo como Yann) e Yves Chaland serializaron en la revista del personaje (y con un curioso formato de dobles tiras) una aventura ambientada con el habitual estilo retro del dibujante, aunque no fechada, que quedaría inconclusa cuando, tras un cambio en la dirección de la publicación, se decidió que la estética "anticuada" de Chaland podía producir rechazo entre los lectores más jóvenes. Para entonces, Yann ya había ideado una segunda historia, de la que Chaland sólo llegó a realizar unos bocetos: EL BOTONES DE VERDE CAQUI. Más de veinte años después, en 2009 (un año después del Diario de un Ingenuo de Bravo) y tras haber realizado un par de colaboraciones tanto en la serie paralela (La Tumba De Los Champignag, en 2007, con Tarrin), como en la principal (los Orígenes de Z, en 2008 junto a Morvan y Munuera), Yann rescató el guion abandonado y éste vio la luz con dibujos de un talentoso seguidor de Chaland: Olivier Schwartz. Ambos, y como en el relato de Bravo, nos presentan a Spirou, botones del Moustic Hotel, y a Fantasio, buscavidas sin fortuna, en 1942, en una Bruselas tomada por los nazis. Yann, sin embargo, es un creador con una personalidad muy alejada a la de Bravo. Desde sus inicios en la revista Spirou en los últimos años 70, destacó por su carácter corrosivo e iconoclasta que, en años posteriores, daría lugar a series dotadas de un humor negro de alto voltaje (y vida efímera) como Nicotina (protagonizada por un grupo de punks infectados de SIDA) y Lolo y Sucette (sobre un par de prostitutas), ambas con dibujos de Hardy y publicadas en España por El Víbora. Pero, a pesar de esta inclinación a lo caustico, también materializada en series paródicas del cánon aventurero, como Los Innombrables o Bob Marone, ha sido capaz igualmente de realizar continuaciones ortodoxas de series creadas por los grandes maestros, como Marsupilami, Gastoon (sobrino de Gaston), Chaminou, o Thorgal, aunque en este aspecto también ha visto algún intento frustrado, por salirse demasiado por la tangente, como su aportación a Kid Lucky, que no satisfizo al editor. Similarmente, su homenaje, junto a Schwartz, a tres héroes de la BD, en el álbum Gringos Locos, que narra el viaje de Jijé, Franquin y Morris en 1948 a los EEUU y Méjico, fue recibido con desaprobación por las familias de los autores mencionados. Este conflicto entre el respeto a la tradición y la tendencia a la ruptura, está presente también en El Botones de Verde Caqui. Si Bravo plantea un romance iniciático para Spirou de carácter puramente platónico, Yann lo expone al acoso seductor de una explosiva oficial alemana: el rechazo del joven se diría debido antes a la condición de nazi de ella, que a algún tipo de mojigatería. Fantasio, sin embargo, no mostrará reparo alguno en aceptar sus proposiciones. Por otro lado, el ambiente bélico está tratado por Yann con mucho menos dramatismo y verismo que en los álbumes de Bravo. Los alemanes de Yann son caricaturescos y risibles. La acogida y ocultación de paracaidistas británicos por parte de Fantasio, se convierte en un chiste recurrente. El grafismo y la puesta en escena de Schwartz, dinámicos y espectaculares, refuerzan el tono del relato que es, en todo momento, cómico y aventurero. Y fantástico: el Dr. Samovar, un científico rescatado de una de las primeras historietas de Franquin en la serie, combate a la aviación alemana mediante murciélagos cargados de explosivos y controlados con ultrasonidos. Este tono ligero y desdramatizado de la historia, dio lugar a una polémica. Joann Sfar, uno de los iconos de la Nouvelle BD, criticó en su blog el tono frívolo de la historia y, en concreto, una escena protagonizada por una adolescente judia que Spirou encuentra escondida de los alemanes y de la cual se ve separado, pero de quien permanece enamoríscado durante el resto del libro, cuyo tratamiento denota, según Sfar, una mirada caricaturesca de la mujer, del amor y de los judios, para la que llega a utilizar el término "antisemita", aludiendo incluso a trabajos anteriores de Yann. Una polémica intrincada (como se puede comprobar aquí: https://www.actuabd.com/spirou-et-fantasio-une-polemique-vert-de-gris), y en mi opinión desafortunada. La obra de Yann y Schwartz, que tuvo continuación en dos álbumes más (La Luz de Borneo y La mujer Leopardo), aunque ya sin el trasfondo bélico, es muy distinta en pretensiones y logros a La Esperenza Ante Todo, pero igualmente excelente. Es divertida, ingeniosa y, sí, audaz; al tiempo que entabla un dialogo con el pasado y el futuro del personaje tan valioso como el de la obra de Bravo.